Por: Guillermo Cruz
Especialista en patología vegetal
En todas las especies vegetales nativas -espontaneas o de siembra intensiva- que existen el planeta Tierra, la puerta de entrada de todas las clases de compuestos-sólidos, líquidos o gaseosos-, son las estructuras vegetales que componen la planta y que están expuestas a las condiciones mediambientales y a diferentes contenidos nutricionales y de composición del suelo.
Son las hojas, en primera instancia, las estructuras que ofrecen la absorción inicial a la planta. En segunda instancia, pero en mayor proporción, las raíces y su capacidad de intercambio biológico y elemental con la composición del suelo y los contenidos de agua. Finalmente, los tallos y hojas modificadas son los que en menor grado hacen su parte en los procesos de adherencia y absorción de estos compuestos.
Todas estas estructuras -hojas, raíces, tallos y hojas modificadas- son de naturaleza exclusivamente vegetal y, por consiguiente, de origen y composición orgánica. Se favorecen de manera natural cuando todos los procesos biológicos que desencadenan su desarrollo vegetativo y reproductivo son completos.
Cuando se hacen tratamientos frecuentes y/o parcializados (implementando planes de rotación o mezclas) de compuestos de origen orgánico o biológico a la planta, la afinidad de estos compuestos (que tienen que ser de origen y síntesis biológica) con las estructuras vegetales de la planta es tal que la planta puede absorberlos, asimilarlos y degradarlos de una forma lenta biológicamente, sin afectarse fisiológicamente. Esto se traduce en un menor gasto fotosintético y de evapotranspiración, ocasiona un menor desgaste y mayor bioactivación, estimulado los procesos biológicos y brindándole la capacidad a la planta de generar nuevos tejidos vegetales, fortaleciendo las estructuras vegetativas y aumentando las posibilidades de supervivencia a condiciones y agentes desfavorables que la puedan afectar.
Estas fases de absorción, asimilación y degradación biológica hacen que dentro de la planta sean completos y lentos todos los procesos biológicos de degradación y síntesis enzimática y proteínica, facilitando procesos de desgaste como son los respirativos y, específicamente, la evapotranspiración.
En el momento en que los procesos de desgaste fisiológico de la planta son menos intensos (se generan en la síntesis, degradación, respiración y evapotranspiración), la planta sufre menos desgaste y menor perdida de energía, razón por la cual todos estos procesos biológicos se convierten en procesos de favorabilidad fisiológica para la planta y es así como ella se robustece, aumenta los procesos biológicos de suberización y de sobre-crecimiento vegetal fortaleciéndose y creando una resistencia física al ataque de las enfermedades y plagas. Es en este momento cuando la planta por sí sola, y en congruencia con un apropiado balance hormonal, puede complementar de manera adecuada los controles de plagas y enfermedades que se hacen en los manejos fitosanitarios de los cultivos.
Es en este momento cuando, en los planes de manejo de fitoprotección, incluimos la capacidad que tiene la planta de defenderse de estos agentes externos que le generan no solamente altos grados de estrés, sino también daño a estructuras, destrucción de los tejidos vegetales y afección a la calidad y la productividad.
Podemos entonces cerrar aquel triangulo del que siempre se ha hablado, aquel dónde están el patógeno y/o la plaga, el medio ambiente, el agua, el suelo y, en el centro, y con una importancia relevante y fundamental, ese ser maravilloso llamado Planta.