Por: I.A Sergio Arias
Coordinador Cundinamarca
Safer Agrobiológicos SAS
Es interesante la dinámica actual del mercado de bioinsumos agrícolas en Colombia. Hay 353 productos registrados ante el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) permitidos para agricultura ecológica. Es recurrente que los comités técnicos de las compañías agrícolas discutan las alternativas de llenado biológico en el suelo o los complementos de biocontrol para lidiar con diferentes plagas y enfermedades. La agricultura limpia, más que una tendencia, es una necesidad. Se necesita conocimiento para incorporar nuevas tecnologías acordes a los requerimientos de producción y, por supuesto, el segmento de flores de exportación no es la excepción en esta tendencia. Durante la última década, el uso de este tipo de productos en los planes de manejo ha venido en aumento, constituyéndose en un aliado importante para la sanidad de los cultivos.
No solo la sanidad se ve favorecida por la implementación de estas herramientas. Se ha podido comprobar cómo la genética de productividad vegetal llega a su máxima expresión en los sistemas intensivos, donde se involucran microorganismos. Así pues, los asistentes técnicos con experiencia y trayectoria en ornamentales, quienes asesoran otros sistemas productivos de exportación, han comprobado que el uso de bioinsumos es una herramienta indispensable sobre la cual se puede soportar la sanidad y productividad de un cultivo. En Colombia, los productores y exportadores de frutas exóticas, aguacate, banano, café orgánico y hierbas aromáticas llevan varias décadas usando estas herramientas y los diferentes elementos de control etológico que el mercado ya ofrece.
La resolución ICA No. 068370 del 27 de mayo del 2020, que establece la normatividad para el registro de bioinsumos de uso agrícola, prescribe como obligatorio el control de calidad en laboratorios avalados y auditados por el ICA, laboratorios que deben estar certificados bajo rigurosas normas internacionales como la ISO 17025. En paralelo, el ICONTEC ha desarrollado la NTC 5842 (Norma Técnica Colombiana), que se construye en los comités técnicos conformados por empresas del sector público y privado para que las normas se ajusten a la realidad de la producción y a las exigencias del mercado. Lo anterior también nos muestra que nuestro país está siendo cada vez más exigente en el desarrollo de este tipo de productos.
Revisando la oferta actual de bioinsumos en Colombia, podemos hacer las siguientes observaciones:
La apuesta en el grupo de los extractos botánicos es muy reñida. Los clientes saben diferenciar muy bien los extractos de los hidrolatos, dando prioridad a la concentración de los ingredientes y a las propiedades adicionales que puedan ofrecer. En cuanto a los extractos de ajo y ají, hay diferentes opciones en calidad y control; sin embargo, se empiezan a imponer los extractos cuya aplicación no genera reacciones alérgicas a nivel visual y cutáneo en los aplicadores, pero manteniendo el efecto tóxico, repelente e insecticida. Adicionalmente, se valora la capacidad de humectación y dispersión de los productos, lo que potencializa la eficiencia de las moléculas insecticidas en la mezcla en tanque. Esas características permiten que se puedan aplicar frecuentemente, con menor riesgo de generar resistencia y manteniendo bajas las poblaciones de insectos plaga.
Por otra parte, los extractos de Melaleuca alternifolia y Reynoutria sachalinesis son productos diseñados para complementar el control de hongos y enfermedades foliares, que tienen un amplio uso por sus virtudes fúngicas. Sin embargo, hay más extractos que tienen cautivado el mercado. El uso de alcaloides vegetales tipo matrinas ya se ha consolidado en ornamentales, los bioacaricidas de Goebelia spp. y Keyserlingia spp., así como los extractos de Neem y de Quillaja saponaria son imprescindibles dentro de las rotaciones de control de ácaros. Se está empezando a explorar el uso de extracto de asteráceas en mezcla con sales de potasio como alternativa de rotación, junto con los jabones potásicos en combinación con extractos cítricos, que también hacen parte de la oferta en el mercado.
Pero no hay que dejar de lado la virtud de los extractos botánicos en aplicaciones al suelo. Un ejemplo es el extracto de ruda –Ruta Graveolens en el control de nematodos, repelencia e intoxicación de sinfílidos, moluscos y demás insectos plaga del suelo; una herramienta de alta eficiencia y muy bajo impacto ambiental. Las aplicaciones de ruda inyectada o en drench al suelo aumentan la eficacia del control de chizas en un manejo integrado, incrementando su movimiento en el perfil de suelo por la irritación generada, lo que conlleva a un mayor contacto con las moléculas insecticidas o biocontroladores.
Respecto a los microorganismos biocontroladores disponibles en el mercado, son muy amplios en calidad, eficiencia y composición. Existen fórmulas líquidas y sólidas, cepas desarrolladas según la región geográfica del laboratorio y las necesidades de los cultivos de la zona. En el país se han establecido proyectos muy interesantes en el Valle, los Llanos y el Tolima; sin embargo, en Antioquia y el Eje Cafetero parecieran ser pioneros, con multitud de laboratorios y cepas muy competitivas. Igualmente, multinacionales importan biocontroladores desde países como Estados Unidos, Canadá, México y Brasil, con marcas reconocidas y de trayectoria. Definitivamente, el mercado colombiano cuenta con alternativas de calidad y cantidad, productos con cepas específicas de controles muy interesantes para objetivos biológicos particulares.
El ingrediente activo más común entre los portafolios de bioinsumos es Trichoderma sp. Los productos con mezclas de diferentes cepas en la misma formulación tienen un amplio poder, logrando controles bioquímicos combinados contra patógenos de forma más rápida y eficiente. En volumen de ventas, al Trichoderma spp., lo escolta el Bacillus thruringiensis, usado para control de larvas de lepidópteros, seguido por Bacillus subtillis, como inoculante de suelo y biocotrolador. No obstante, Bacillus licheniformis y Bacillus amyloliquefaciens también se empiezan a abrir camino para demostrar sus habilidades como inoculantes y antagonistas. Por su parte, el Paecilomyces lilacinus, en el control de nematodos, es la alternativa de biocontrol con más participación en ventas, con cepas locales de gran calidad y otras importadas desde México que han logrado incursionar con agilidad en los últimos años.
El mercado de los hongos entomopatógenos tiene una gran variedad de productos con cepas de Beauveria bassiana, la más vendida por su efecto en control de thrips. La siguen Metarhizium anisopliae, reconocida en el control de chizas, Paecilomyces fumosoroseus, con su especialidad de control de ácaros, áfidos y mosca blanca, y Lecanicillium lecanii, que tiene habilidad de infectar thrips y mosca blanca. El mito de que no se pueden mezclar diferentes cepas de hongos entomopatógenos ha sido desvirtuado en la práctica, ya que la acción conjunta de la bioquímica de estos hongos es mucho más fuerte cuando actúan al mismo tiempo sobre el insecto plaga. Además, comercialmente es más económico, ya que con una sola aplicación se está controlando varios blancos biológicos. La industria ya comprendió la importancia de la activación constante de las cepas sobre los objetivos biológicos desde los procesos internos en fábrica. La renovación genética de las mismas hace la competencia en eficacia y control cada vez más favorable para los agricultores. Las formulaciones que se activaban en finca hacen parte del pasado; ya no se necesita ponerlas en tanques con melaza para multiplicarlas pues las concentraciones y eficiencia en germinación han facilitado y mejorado el uso directo del producto. Incluso conociendo las compatibilidades, se rotan estos entomopatógenos con insecticidas y algunos fungicidas. Lo importante es realizar las respectivas pruebas en campo y verificar con el fabricante las compatibilidades.
Frente a las micorrizas, indiscutiblemente aún hay mucho por explorar. Las respuestas de cada especie comercial a la interacción con este tipo de hongos es un tema que aún hay que documentar más a fondo; sin embargo, los resultados en campo cada día nos muestran que es muy positivo el uso de micorrizas en la mayoría de los cultivos comerciales. El secreto es entender que no todas las cepas de micorrizas sirven para todo, que se necesita un estudio serio en laboratorio para encontrar genéticamente las mejores cepas que tengan la capacidad de colonizar y, al mismo tiempo, estimular a la planta para expresar desde su genética los beneficios de la asociación hongo-raíz. No cualquier micorriza puede lograr ese efecto en varios cultivos; por tal razón, el uso de mezclas de cepas de diferentes capacidades es la mejor opción hasta ahora vista. La recomendación al momento de analizar portafolios de micorrizas es inclinarse siempre por la que ofrezca diversidad genética y concentración de inóculo. Hasta el momento en Colombia se ofrecen mínimo 300 esporas por gramo como la concentración más alta, aunque también existen, con registro, inóculos desde 5 esporas por gramo. La inoculación con micorrizas de calidad no solo promueve la absorción eficiente de nutrientes, sino que le permite a la planta tener un sistema inmunológico activo, uniformidad de la producción, calidad de las cosechas e, incluso, capacidad de soportar condiciones de estrés.
El uso combinado de extractos, biocontroladores, entomopatógenos, micorrizas y bioetimulantes ya es una práctica masificada en diferentes sistemas productivos exitosos. El reto es seguir conociendo sus beneficios y extender su uso para los cultivos de especies de consumo local.