Por: Camilo W. Echeverri Erk, I.A.
El resultado de la primera vuelta de las elecciones presidenciales dejó algunas lecciones y, como en toda elección, ganadores y perdedores. Para el momento en que los amables lectores reciban esta edición de la revista ya habrá pasado la segunda vuelta y sabremos quién será el próximo presidente de los colombianos.
La gran lección de la primera vuelta es el mensaje inequívoco que le dimos la mayoría de los electores a la clase política: que estamos hastiados de la vieja forma de hacer política, y que el país pide a gritos un cambio en la manera de gobernar, que permita combatir la inequidad y garantizar a todos sus habitantes las condiciones mínimas para vivir y las oportunidades para desarrollarse como persona y en la sociedad. El gobierno actual y los partidos que lo apoyan recibieron también un mensaje claro de rechazo a su gestión y hay un clamor por una urgente necesidad de cambio.
Ganaron la democracia, dos movimientos políticos alternativos y las instituciones, incluida la tan cuestionada Registraduría del Estado Civil. Perdieron los partidos tradicionales, los candidatos que representaban el continuismo y los dos expresidentes de la república que, en vez de actuar como estadistas responsables, se encargaron de atizar la hoguera de la polarización, denunciando la posibilidad de fraude electoral.
La gran sorpresa fue el vertiginoso ascenso en las encuestas del ingeniero Rodolfo Hernández y su paso a la segunda vuelta. Aunque considero que no es la persona idónea para tomar las riendas de un país tan complejo como este, hay que reconocer que su mensaje contra la corrupción y la politiquería caló en una parte muy importante del electorado. Guardadas las proporciones, Hernández se ha convertido en una especie de ‘Trump a la colombiana’. La estrategia de comunicación de ambos se basó en repetir, hasta la saciedad, el mismo mensaje simple, casi primitivo, de rechazo a las clases políticas (“make America great again”, y “sacar a los ladrones y corruptos”), con programas de gobierno de corte populista y con poco sustento. Sin embargo, desde el punto de vista de la eficacia de la comunicación, los resultados electorales fueron excelentes en ambos casos.
El éxito de la estrategia de Hernández me llevó a revisar algunos conceptos sobre comunicación efectiva (CE). Es frecuente que, a pesar de que tratemos de transmitir un mensaje claro, este es interpretado por el receptor de manera diferente a nuestra intención, y algunas veces resulta totalmente distorsionado. Sobra decir que la distorsión aumenta en la medida en que la información tiene que pasar por varios receptores hasta llegar a su destino (el conocido ‘teléfono roto’).
Entre la abundante información que existe sobre el tema, encontré la siguiente definición de lo que es la CE y un buen resumen de recomendaciones para ser un buen comunicador (Douglas da Silva, Web Content & SEO Associate, LATAM, 3/12/2020):
“La CE tiene lugar cuando un mensaje se comparte, recibe y comprende sin alterar su objetivo final. De esta manera, se evitan dudas y confusiones, mientras que se cumplen las expectativas sobre lo que se ha transmitido.
Cómo ser un buen comunicador:
1. Entender tu intención:
Saber con exactitud lo que se desea expresar para lograr claridad. Planear y organizar el mensaje que se va a transmitir (segmentar en una secuencia de raciocinio).
2. Ser claro y preciso:
Prestar atención a:
- Velocidad y altura en la que se habla.
- Concisión.
- Elección de palabras de acuerdo con el receptor.
- Lenguaje corporal y no verbal.
3. Conocer al interlocutor:
La comunicación es el resultado entre lo que se dice, lo que se escucha, y lo que se interpreta.
Es importante interesarse en el receptor:
- ¿Qué tipo de expresiones hacen parte de su realidad?
- ¿Qué referencias externas pueden facilitar el entendimiento?
- ¿Qué formatos de discursos, textos o presentaciones captan más su atención?
4. Saber escuchar y observar:
La escucha activa y la lectura atenta son clave para una comunicación clara y precisa.
Comentarios asertivos demuestran que se está escuchando con atención (ej.: “entiendo”, “seguro”, “de acuerdo”).
Si hay dudas, conviene preguntar y esclarecer, en lugar de interpretar mal.
Permanecer atento a la postura de la otra persona. ¿Cómo recibe o emite el mensaje?
Si la persona no mantiene contacto visual o parece distraída, es posible que la comunicación no sea eficaz.
5. Tener empatía:
Tener la capacidad de comprender e interpretar los sentimientos ajenos.
El ser empático permite una mayor aproximación con el interlocutor y logrará que este se relacione mejor con el contenido (mayor comprensión)”.
Revisemos, a la luz de estas sencillas recomendaciones, la estrategia de comunicación del candidato Hernández:
La intención del mensaje de campaña es capitalizar el rechazo que le generan a los colombianos la clase política tradicional y la corrupción reinante. A través del mensaje simple de “acabar con los corruptos”, sin decir cómo, el candidato les llega a muchos colombianos, de todos los estratos. El repetir una y otra vez el mismo mensaje logra que este se ‘impregne’ en el público.
Su mensaje es claro y preciso, y utiliza un lenguaje coloquial (que raya con la chabacanería), y un humor que es de buena aceptación por parte de muchos de sus oyentes. Aún para los que como yo creemos que Hernández no reúne las cualidades para ser presidente, el señor genera simpatía. Lo viene diciendo también Jaime Bayly en su programa nocturno del canal televisivo de Red + (Claro). Llama la atención que lo contrataron antes de la primera vuelta de las elecciones presidenciales con la evidente intención de atacar a Petro, con una estrategia similar a la que usaron contra Mockus cuando este se enfrentó con Santos en la segunda vuelta de las elecciones de 2010. Bayly, quien también es un buen comunicador, ya ha invitado al candidato dos veces a su programa.
La estrategia de comunicación de Hernández tiene muy claro a cuál interlocutor se dirige: nuevamente, a todos los que están ‘mamados’ del establecimiento y a aquel público que navega permanentemente en las redes virtuales. Los mensajes que ha transmitido a través de videos en plataformas como Tik Tok (“re loco, papi”), aunque algunos pueden parecer ridículos, cumplen muy bien su cometido de llegarle a los votantes.
Su experiencia como alcalde de Bucaramanga seguramente le enseñó al candidato a escuchar a los ciudadanos, aunque parece que no siempre cumplió con sus promesas.
La ‘aparente’ empatía con sus potenciales electores le confirió a Hernández un impulso que ayudó a catapultarlo hasta la segunda vuelta. Aunque parte de lo que diga no sea verdad o no esté debidamente sustentado, logra de alguna manera transmitirle a su público lo que este quiere oír.
Todo lo anterior, adornado con uno que otro ‘hijueputazo’ y amenazas como “le ‘pego’ un tiro”, que en general le gustan a la gente. El no exponerse a grandes manifestaciones y debates en los medios, apareciendo solamente en entrevistas y en videos (la mayoría de las veces rodeado de jóvenes), le permitió llegar con una importante votación al balotaje. Al momento de escribir estas líneas, el candidato decidió no volver a aparecer en público “por razones de seguridad”, a mi parecer, otra estrategia de campaña, más que por un real temor a un posible atentado contra su vida. Su forma de comunicarse con su público le permite hacerlo desde cualquier lugar, inclusive desde la cocina de su casa; esto, con la ventaja de que su esposa lo puede apoyar ‘tras bambalinas’.