Por: Angélica María Pardo López
angelicamaria30@gmail.com
Nuestro país vive una delicada coyuntura por cuenta de “el cambio”. Hace ya casi dos años la mayoría de los votantes apostó por el candidato que prometía transformar la nación en una más progresista y avanzada en términos sociales, económicos y ambientales. Aunque las promesas eran bastante abstractas, nadie puede negar que hasta ese momento las cosas no habían marchado a las mil maravillas y que sí se necesitaban ajustes, cambios, transformaciones: en Colombia hay pobreza, violencia y explotación irresponsable de los recursos naturales, para hablar solo de algunas de las cosas que nunca han ido bien.
El discurso parece justo; sin embargo, llevarlo a la práctica es más complejo de lo que creía el actual mandatario cuando estaba en campaña. A dos años de haber iniciado el mandato, poco o nada se ha llevado a cabo: la ejecución presupuestal es vergonzosa, los nombramientos se anulan por falta de requisitos, los ministros competentes salen y en su lugar quedan personajes inexpertos, los gremios se muestran preocupados y los proyectos de ley se caen en el congreso por falta de consenso. Y como nada le sale bien al gobierno, como no puede “cambiar” todo lo que considera necesario, habla de que se necesita una nueva constitución, como si el problema fuera la Carta del 91 y no su incapacidad, torpeza y arrogancia.
Creo que no se trata tan solo de falta de consenso. Lo que despierta la noción de “cambio” como lo entiende el gobierno es verdadera resistencia, y con razón. Porque las cosas no cambian por el efecto de la voluntad de una persona o un proyecto político. Las cosas no cambian porque así lo quiso una (entonces) mayoría de ciudadanos. La sociedad, el modelo económico, las instituciones no cambian de la noche a la mañana solamente porque alguien firmó un decreto. No. De hecho, es equívoco decir que las cosas cambian. Habría que decir que “las cosas van cambiando” y lo máximo que podría prometer un político idealista es “sentar las bases de un cambio”. Porque el cambio es y debe ser acumulativo: para que pueda ser sostenible no puede ser radical, sino que debe hacerse y consolidarse poco a poco.
Poco a poco: así evolucionó el ser humano. Poco a poco: así ha evolucionado la tecnología, así se han sofisticado las costumbres y los usos sociales. Tan poco a poco y tan paso a paso que es difícil discernir cómo y cuándo han pasado las cosas. Un pequeño progreso ha servido de base para otro pequeño progreso y, sin embargo, cuando se mira al pasado el camino recorrido parece interminable y el estado de cosas actual se parece muy poco al inicial.
Puede parecer al lector que esta visión del mundo es conservadora, pero no es así. Lo que trato de decir es que no se puede llegar de un punto A a un punto B sin haber recorrido el camino que separa a los dos puntos, que puede ser largo, tortuoso y que necesita, sin duda, esfuerzo, trabajo y paciencia. Se necesitan años, décadas, el trabajo y cooperación de generaciones enteras para transitar de un punto A a un punto B. Este simple razonamiento es lo que ignora el gobierno, que no solo no está construyendo, sino que en su afán de convertir al país en lo que cree que es lo mejor y lo más justo, está destruyendo o entorpeciendo lo que bien o no muy bien funciona.
Faltan algo más de 800 días para que termine este mandato. Veremos en qué condiciones llegaremos hasta allá.
Hola; buen razonamiento.
Para el cambio,también es necesario que se involucren personas que realmente sepan del asunto a cambiar, que no sea un mero cúmulo de propuestas que llevaran a presupuestos cuyo dinero se “esfumará” en manos codiciosas que no les importa el verdadero progreso.
Así estáocurriendo en muchos países, incluyo el mío, y las economías se están desplomando por gestiones avariciosas.
Muchas gracias.