Por: I.A. Camilo W. Echeverri Erk
Consultor independiente
Cali, Valle del Cauca
Al momento de escribir esta nota acaba de pasar una ola de frío que azotó el noreste de los Estados Unidos. No me sorprende que algunos “sabios” hayan comentado que estos fenómenos son una prueba de que no existe el tal “calentamiento global”. A pesar de que algunos se resistan a aceptarlo existen suficientes evidencias científicas para aseverar que el calentamiento global es la mayor amenaza para la sustentabilidad ambiental en el planeta tierra. La pérdida gradual pero rápida del hielo en los glaciares, así como el derretimiento de los polos son solo algunos de los síntomas del fenómeno del aumento inexorable de la temperatura en la Tierra con las consecuencias que esto trae por la transformación de los hábitats, la cual conduce finalmente a la disminución de la disponibilidad de alimentos para los seres que habitamos el planeta.
Es indudable que las campañas permanentes a las que nos vemos expuestos para crear conciencia de la importancia de proteger el medio ambiente van calando de alguna manera en la sociedad, logrando pequeños cambios en la cultura de consumo de agua, energía eléctrica, empaques plásticos y combustibles fósiles. Me incluyo dentro del grupo de personas que cierran las llaves de agua para evitar su desperdicio, apagan los bombillos innecesarios y separan la basura en la fuente. Sin embargo, como se verá más adelante, estos esfuerzos parece que resultan insuficientes y, quizá, insignificantes frente al desbordado uso de recursos que tanto daño está causando a nuestro entorno.
Por recomendación de un amigo me encontré con el documental “Cowspiracy – El secreto de la sostenibilidad” producido por Kip Andersen y Keegan Kuhn en 2014 y convertido en una versión actualizada para Netflix por Leonardo di Caprio en 2015. Se trata de una investigación relacionada con el efecto de la producción de alimentos de origen animal sobre el cambio climático, el uso del agua, la deforestación, los recursos pesqueros y el uso del suelo y cómo está siendo tratado el tema por parte de algunas de las más importantes instituciones de protección ambiental. Los creadores de este interesante material fílmico consultaron a varios expertos internacionales sobre la materia, llegando a la preocupante conclusión de que la producción de alimentos de origen animal es la mayor causa de la destrucción del medio ambiente, muy por encima del uso de combustibles fósiles, y de que este tema está siendo sistemáticamente desconocido por las instituciones públicas y privadas, debido a los grandes intereses económicos que están detrás de las actividades pecuarias y de producción de otros alimentos de origen animal. Para los lectores que no hayan visto el documental estoy seguro que los datos que cito a continuación pueden resultar sorprendentes:
Cambio climático
- El 51 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero corresponde al ganado y a los productos de la industria pecuaria.
- En contraste, “solo” el 13 % de dichas emisiones se atribuye al transporte (terrestre, aéreo y marítimo), contrario a lo que pensamos o nos han hecho pensar.
Uso del agua
- La industria cárnica y láctea mundial consume 1/3 del total de agua utilizada.
- En los Estados Unidos, el sector agropecuario consume el 55 % del agua utilizada en el país, frente a solo un 5 % de uso doméstico.
- Para producir una hamburguesa se requieren 660 galones de agua, lo que equivale a lo que gasta una persona en la ducha durante dos meses.
Deforestación
- Las actividades pecuarias son la mayor causa de extinción de especies, zonas “muertas” en los océanos, contaminación del agua y destrucción de hábitats.
Pesca
- Anualmente se extraen 90 millones de toneladas de peces de los océanos.
- Se explotan ¾ partes de las reservas mundiales de este recurso.
- Debido a la pesca con grandes redes, por cada kilo de peces “útiles” se desechan 5 kilos de peces considerados como “desperdicio”.
Uso del suelo
- La tercera parte de las zonas convertidas en desiertos se atribuye al negocio ganadero.
- El ganado ocupa el 45 % del suelo de la tierra.
- 1,5 acres (0,6 hectáreas de tierra) producen 16,8 ton de alimentos de origen vegetal, frente a solo 170 kg de carne.
- Una persona que se alimenta esencialmente de carne requiere de un área de suelo 18 veces más grande de la requerida por una persona vegetariana.
El documental presenta diversas entrevistas con académicos expertos en el tema y varias organizaciones gubernamentales y no gubernamentales relacionadas con la investigación sobre estos asuntos como Greenpeace, Sierra Club, Surfrider Foundation y Rainforest Action Network. En el caso de estas últimas es sorprendente como evaden referirse a las actividades ganaderas y pesqueras como principales agentes causales del deterioro ambiental, dejando en claro que prefieren no “pisar callos” de los grandes intereses económicos. En algunos momentos del documental se hace referencia a amenazas e incluso represalias contra activistas ambientales.
La solución que plantean los autores apunta en la dirección de lograr que la humanidad consuma cada vez menos carne y productos derivados de las actividades ganaderas y pesqueras. La pregunta es cómo lograrlo y cómo sustituir los requerimientos nutricionales del ser humano, al pasar de una dieta basada en parte en proteína de origen animal a una que contemple cero productos cárnicos (dieta defendida por los vegetarianos) o, incluso, ninguna proteína animal (lo que proponen los llamados “veganos”). Se estima que el cambio a un régimen vegetariano reduciría la llamada “huella de carbono” en un 50 %. Mientras tanto, lo menos que podemos hacer es preguntarnos cómo contribuimos a la destrucción de nuestro hábitat al consumir alimentos de origen animal. Surge la pregunta de hasta dónde estamos dispuestos a cambiar hábitos tan arraigados como la forma de alimentarnos, haciendo un verdadero y efectivo esfuerzo por proteger el medio ambiente, más allá de simplemente cargar con nuestro propio recipiente de agua para reducir el consumo de envases plásticos o rechazar, muchas veces por moda, el uso del pitillo. ¿Será que seremos capaces de hacer el sacrificio de dejar de lado una suculenta hamburguesa o un delicioso churrasco argentino, comiéndonos solo la ensalada y las papas, en una muestra real de nuestro grado de conciencia ambiental? ¿Estamos dispuestos a reducir el consumismo que gobierna el mundo actual? El reto para la humanidad es gigantesco y, en este caso, la culpa no es de la vaca.