“Todo lo que vive me interesa porque allí puedo ver la grandeza de Dios.”
Ligia Aponte


Reanudamos nuestra esperada serie sobre las mujeres destacadas de la floricultura con la historia de Ligia Stella Aponte Monroy, una muy agradable, talentosa, sensible, preparada y bilingüe ingeniera agrónoma cuya trayectoria profesional es verdaderamente prominente. Nuestra protagonista, que es bogotana y la tercera de cuatro hermanos, creció con el sueño de ser científica y dedicarse a la investigación y a la biología. Soñaba con “ser pionera en algo” o con “descubrir la vacuna contra algo” y, justamente, ese anhelo de aproximarse al mundo desde una perspectiva científica es lo que explica su decisión de estudiar agronomía.

Uno termina todo lo que empieza

Cuando Ligia terminó el colegio no sabía que existía algo llamado ingeniería agronómica. Aunque en el colegio le habían hecho un análisis de vocación profesional que le aconsejaba estudiar alguna ingeniería, Ligia se imaginaba que las ingenierías tenían que ver con cables y con electricidad y por eso nunca había pensado en que le pudiera interesar una de ellas. Sin embargo, llegado el momento de la verdad se puso a revisar los pénsums de las diferentes universidades y encontró que el de agronomía de la Nacional tenía varios componentes que la atraían, especialmente la biología… así que por allí todo comenzó. 

Uno de los primeros retos que Ligia afrontó a su llegada a la Universidad Nacional fue la interacción con hombres, pues venía de un colegio femenino. Aunque para su época ya era significativo el número de mujeres que estudiaban agronomía (una proporción de 60% hombres y 40% mujeres aproximadamente), fue acosada, por ser una mujer muy femenina. Aunque académicamente no tenía dificultad alguna, llegada al séptimo semestre pensó en cambiar de carrera, cansada del acoso de algunos de sus compañeros de carrera. Habiendo pedido consejo a Ángela, su hermana mayor, esta le dijo -palabras más, palabras menos-: “usted debe terminar todo lo que empieza. Después, puede hacer lo que quiera, pero, primero, tiene que terminar la carrera”. Y así fue. Terminó la carrera contra viento y marea. Hoy en día ve esos días como tiempos de aprendizaje y concluye que era una forma en que la carrera la preparaba para la vida.

No una, sino dos pasantías

La primera de las pasantías de Ligia fue en una empresa exportadora de frutas en la que su labor era organizar un seminario sobre pitahaya. Allí le fue maravillosamente, tanto que le ofrecieron, con un muy buen salario y excelentes perspectivas, ser la asistente de gerencia de Cordicafé. Sin embargo, nuestra protagonista rechazó esta oferta al considerar, por un lado, que de continuar este camino se embarcaría en una aventura que probablemente no le permitiría terminar su carrera y, por otro, que allí no estaba aprendiendo ni aprendería nada de agronomía. Entonces desistió y empezó una segunda pasantía en el ICA, donde se ocupaba de control biológico de malezas con hongos y bacterias. Poco después, Ligia se graduó de agrónoma. Su tesis de grado se publicó en la Revista Colombiana de Entomología bajo el título “Actividad insecticida de aislamientos nativos de Beauveria spp. y Metarhizium spp. contra larvas de II ínstar de Spodoptera frugiperda”.

Primeros trabajos

El primer trabajo de Ligia fue con biocontroladores en el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional. A continuación, se fue a trabajar al Casanare en Palmar de Oriente, donde, a pesar de que la habían contratado para trabajar en temas de fitopatología desde laboratorio, terminó trabajando en las plantaciones en el control de la pudrición del cogollo. Paralelamente a estos trabajos, nuestra protagonista fue avanzando en su maestría en Fisiología de Cultivos, que terminó, dos años más tarde, con su trabajo de grado “Caracterización fisiológica y bioquímica de las etapas de desarrollo y poscosecha del fruto de dos introducciones de ají amazónico (Capsicum beccatum y Capsicum chinense)”.

Floramerica

Poco después de terminar su experiencia en palma africana, la llamó Sergio Aponte para contarle que estaban necesitando un fisiólogo en Floramerica. Ligia se presentó a la entrevista, de la que nos cuenta con humor que no creía que hubiera tenido buen resultado, pues aunque todo se había desenvuelto muy bien para ella, uno de los entrevistadores, sugiriendo dudas respecto a sus capacidades, le había advertido que allí “uno se tenía que poner cachucha”, a lo que ella le había respondido no muy amablemente que “a ella no le gustaban las cachuchas”. Finalmente la seleccionaron entre varios perfiles similares al suyo, justamente, por haber dado esa respuesta que, en un momento incomodo, demostró carácter. 

Para Ligia, Floramerica fue la mejor escuela del mundo. La inducción (que llevaba a cabo al tiempo que desempeñaba sus labores) duró un año, de la mano de Constanza Burgos, Ángela Eraso y Carleli Ruíz, de quienes guarda los mejores recuerdos. En opinión de nuestra entrevistada, la parte de la capacitación es una de las cosas que más distingue la floricultura de otras industrias, como por ejemplo la palma, pues se enseña y se acompaña al agrónomo desde el principio y no se le deja que empiece a trabajar sin saber muy bien por dónde ni qué hacer, lo que a la postre redunda en un mayor aprovechamiento del tiempo y del talento humano. 

Antes de que Ligia ingresara a Floramerica, allí no había un fisiólogo vegetal en campo, por lo que su cargo se construyó desde cero. Nuestra protagonista se ocupaba de hacer investigación aplicada a MIRFE (Manejo Integrado de Riego y Fertilización) en las 17 hectáreas de la finca Jardines de Colombia. Se capacitó, así mismo, en hormonas, nutrición y herbicidas, entre otras tantas cosas. Describe aquella época como una de “mucho libro y mucho campo” y recuerda que por entonces pensaba: “ahora sí siento que soy agrónoma”. 

Ligia se volvió experta en hacer diagnósticos de desórdenes nutricionales y en análisis de suelos. Myriam Bendeck fue su gran maestra en estos asuntos. 

Interactuó y soportó técnicamente todas las fincas de Floramerica en la Sabana de Bogotá, en Antioquia y en Ecuador, donde hacía investigación, lideraba tesis de grado y pasantías, aprendió sobre manejo de humedad del suelo y sobre su textura y navegaba con facilidad cuestiones como la de por qué se descabezaban las rosas variedad Classic con el frío o por qué no estaban enraizando los pompones en las fincas de Antioquia. 

Al final de su paso por Floramerica, Ligia pasó a desempeñarse como Jefe de Semillas, por lo cual también aprendió los pormenores de la propagación de material vegetal. Algunas de las especies con las cuales se ocupaba eran girasol, molucella y snapdragon. Su paso por Floramerica duró cuatro años llenos de aprendizaje y experiencia a través de todas las fases de un cultivo de flores. Verdaderamente, una gran escuela.

Trabajo con “bichos”

En 2008, Miguel Ángel Vanegas llamó a nuestra protagonista para decirle que en BAM se había abierto una vacante para el puesto “Líder de línea bioinsumos en flores”. Miguel Ángel le aseguró a Ligia que el trabajo tenía que ver con bichos, con biología: con todo lo que le gustaba a ella. 

Ligia nos contó algunas anécdotas simpáticas sobre la entrevista en BAM. Una de ellas es que cuando le preguntaron “¿Usted sabe qué es BAM?” ella respondió que no tenía ni idea. La otra es que cuando le preguntaron que si tenía carro, ella respondió que sí, lo cual era cierto. Lo que nadie indagó es si sabía manejar, habilidad que tuvo que desarrollar inmediatamente después de salir de la entrevista. Hoy en día son cientos de miles los kilómetros que ha hecho recorriendo las empresas de flores y otros cultivos. 

Poco a poco se fue enamorando de BAM, donde el trabajo que hacía tenía tanto de comercial como de investigación y desarrollo de conocimientos. Fue así que, por ejemplo, enseñó a su equipo a hacer buenos presupuestos, cooperó directamente con los aliados de BAM (por ejemplo, Ibicol, ADN y otras casas de biológicos) para hacer crecer esa línea de productos, ideó e implementó reuniones semanales de estudio y tuvo la iniciativa de los Seminarios de Biológicos Green Plant. En las reuniones de estudio – a las que aún ahora algunos se refieren como “la Escuela de Ligia” – nuestra protagonista seleccionaba un artículo científico que el grupo estudiaba y alguno de sus miembros exponía. El objetivo de estas sesiones era tomar datos útiles del artículo y que cada participante los utilizara para defender y promover su propio portafolio. Estos eran espacios para compartir, desarrollar conocimientos y utilizarlos para crecer juntos. 

Cuando, pasados 11 años, Ligia presentó su renuncia después haber recibido una muy buena oferta de Gowan, Adelio Beltrán, el dueño de BAM, le expresó sentidas palabras de gratitud por sus labores durante los años que allí trabajó. Dentro de ellas, cita la siguiente nuestra entrevistada: “Gracias por haberme ayudado a profesionalizar mi compañía”.

Gowan Colombia

Hace ya cinco años, Ligia entró a desempeñarse en Gowan como Gerente de Bioinsumos Latam. Hoy en día sus responsabilidades se han ampliado, por lo que ostenta el cargo de Gerente para Centro América y el Caribe, donde maneja Bioinsumos y Agroquímicos Convencionales, rol en el cual sus cultivos foco han pasado a ser de gran extensión, como el banano, el aguacate, la piña, el melón, el café y el arroz. Conoce desde las áreas y temporadas de producción por país, hasta los pormenores técnicos y los problemas y enfermedades particulares que afrontan cada uno de ellos. En Gowan, Ligia se dedica a lo que ella llama “venta consultiva”, es decir, a la promoción de su portafolio pero con el acompañamiento y pedagogía que el agricultor requiere para cuidar su campo y mejorar su producción. 

Para Ligia, su paso de BAM a Gowan representó pasar de una familia nacional a una gigante de dimensiones internacionales donde los retos son muy diferentes. En su caso, por ejemplo, pasar de flores a un sinfín de cultivos ha sido, también, transitar de algo pequeño y familiar a un contexto mucho más vasto y diverso. 

A las mujeres…

Como es de costumbre, preguntamos a nuestra protagonista qué mensaje quería enviar a las mujeres del sector. A esto nos respondió: “que sueñen en grande. Hay mucho por descubrir y solo Dios sabe el camino y él mismo lo va trazando. El esfuerzo lo va llevando a uno a que logre lo que se propone. Sí se puede. Siempre habrá personas que quieran ayudar, así como otras que pongan obstáculos. Sin embargo, con empeño, todo se puede superar”.

Sobre Metroflor

Para cerrar, pedimos a Ligia que nos dijera su opinión sobre la Revista Metroflor. Nos expresó que para ella Metroflor es una ventana de entrada al sector y un medio para dar a conocer información útil de forma concreta. En un tiempo pensaba que si un determinado artículo no había sido publicado en una revista científica, no tenía mucho valor. Hoy piensa que el aspecto práctico y llegar a un mayor público también tiene un valor muy grande, y en eso es muy buena Metroflor.

A Ligia agradecemos de corazón habernos permitido conocerla y pasar esa agradable mañana con ella. ¡Que la vida le traiga muchos más éxitos y alegrías!

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