Por: Angélica María Pardo López
angelicamaria30@gmail.com
En el último número de New Scientist salió un artículo muy interesante sobre una tecnología llamada Captura Directa de Aire (o DAC, por sus siglas en inglés) cuyo objetivo es limpiar el dióxido de carbono de la atmósfera. La tecnología se ha estado desarrollando desde principios del siglo, sin embargo, se ha reposicionado recientemente en la discusión del calentamiento global por las jugosas inversiones que compañías tecnológicas, petroleras y gobiernos como el estadounidense han estado haciendo para su apalancamiento.
¿Cómo funciona la Captura Directa de Aire -DAC
Existen varias formas de extraer el CO2 del aire, pero la idea básica es la siguiente: Unos ventiladores gigantescos toman aire de la atmósfera y lo llevan a un lugar donde están dispuestas unas placas con cal u óxido de calcio (CaO). La cal captura el CO2 que pasa a través de las placas formando carbonato de calcio (CaCO3) en poco más o menos de tres días. A continuación, el carbonato de calcio se expone a altas temperaturas, lo que ocasiona que se libere el CO2 antes capturado, que a su vez se secuestra y se almacena en el subsuelo. Para terminar el ciclo, el carbonato de calcio, despojado del CO2, se riega con agua, con lo que se convierte, de nuevo, en cal (hidróxido de calcio) y el proceso puede empezar otra vez.
La idea suena muy bien, salvo por cuatro factores. El primero: se trata de una tecnología que requiere mucha energía para funcionar. Idealmente, la energía necesaria para calentar el carbonato de calcio debería provenir de fuentes renovables, pero no es esta la regla, por lo tanto, la DAC, en sí misma, genera emisiones. El segundo: el proceso necesita grandes cantidades de agua, recurso ya escaso con el que no nos podemos dar el lujo de experimentar. El tercero: a pesar de las fuertes inversiones que la DAC ha tenido durante los últimos años, sigue siendo muchas veces más barato capturar y almacenar carbono a través de la plantación y el cuidado de árboles, con todas las demás ventajas que ello representa. Y el cuarto: almacenar CO2 en el subsuelo puede ser muy peligroso por temas de fugas y desestabilización del medio.
Pero, además, hay gato encerrado. O, mejor dicho, negocio redondo encerrado. ¿Por qué las empresas petroleras están entrando en este negocio?
Las razones son tres. La primera y más importante es que dichas empresas esperan inyectar en el subsuelo el CO2 capturado para extraer petróleo de fuentes más profundas o de difícil acceso. La segunda es que con la actividad de DAC pueden vender bonos de carbono a terceros que prefieran pagar en lugar de no contaminar y la tercera es que, por tratarse de una tecnología “verde”, se pueden beneficiar de importantes descuentos tributarios en países como los Estados Unidos. Con este plan en marcha estarían matando tres pájaros de un tiro.
El mayor problema de esta “promesa de descarbonización” es que perpetúa las actividades que nos han traído hasta el punto crítico en que estamos (energía obtenida a partir de combustibles fósiles) y vende la idea de que hay alternativas tecnológicas que pueden solucionar el problema, sin importar que tan grande sea este.
Las cosas son más simples de lo que nos las pintan. Las emisiones de CO2 deben, sencillamente, detenerse. Llegados a este punto no es admisible siquiera pensar en tecnologías que no funcionen a partir de fuentes limpias y renovables de energía. Y para capturar y almacenar gases de efecto invernadero amenazantes como el CO2, no hay mejor tecnología que la reforestación y la conservación de los ecosistemas naturales. No necesitamos ventiladores, ni plantas de descarbonización, ni almacenar los gases bajo tierra; ¡necesitamos árboles, árboles, árboles!