Por:  Juan Paulo Avila Acuña.
Ing. Agrónomo. Esp. Gerencia Financiera. Candidato Msc. Bussines innovation.

 

La creatividad es ciertamente uno de los insumos fundamentales de la innovación.  En algunas ocasiones, los dos términos son confundidos, tanto así que se llega a pensar que tener ideas creativas es innovar.

A diario, nos emocionamos con las sorprendentes ideas creativas que aparecen en distintas partes del mundo.  Admiramos a esos personajes que fueron capaces de pensar por fuera de la caja, que con cada nuevo lanzamiento se convirtieron en leyendas de grandes compañías de tecnología de Silicon Valley o que en un pequeño laboratorio de garaje en Corea del Sur logran hacer desarrollos de tal magnitud que las más grandes compañías asiáticas se disputan sus patentes.

Hacemos parte de un mundo globalizado y es beneficioso para nosotros y para nuestras compañías estar vigilantes de los avances que se dan en otras partes del planeta.  Tan solo revisando nuestras redes sociales tenemos la oportunidad de ponernos al tanto de las megatendencias que van a marcar el rumbo de la floricultura en los próximos años, así como de los nuevos desarrollos que en materia de tecnología, procesos o gestión del talento humano se dan alrededor del negocio de las flores.  Sin embargo, algunas veces, olvidamos revisar nuestras redes sociales más cercanas, olvidamos ver con ojos curiosos (con ojos de niño) lo que sucede en nuestros propios cultivos, dejamos de escuchar a esos colaboradores inquietos que con frecuencia lanzan ideas o presentan iniciativas, que si encuentran un entorno favorable tendrán altas posibilidades de convertirse en los productos o procesos innovadores que darán perdurabilidad a las empresas.

A través del tiempo, varios autores han propuesto definiciones para el término creatividad.  En 1910, Jhon Dewey, de forma sencilla la expresó como la solución creativa de problemas, en un proceso que se inicia con la percepción, seguida de la definición, evaluación y aceptación de las ideas.  Esta propuesta llama especialmente la atención, pues desde esta época se veía la necesidad de que las ideas creativas fueran evaluadas y aceptadas por el grupo de interés para el cual estaban dirigidas, es decir, que alguien estuviera dispuesto a comprar esa idea.

Ya en 1962, Parnes definió la creatividad como la capacidad para encontrar relaciones entre ideas no relacionadas y que posteriormente se manifiesten en forma de nuevos esquemas, experiencias o nuevos productos.  Años más tarde, Steve Jobs materializó esta definición en cada uno de los sorprendentes productos que lanzaba al mercado, los más reconocidos en Apple.  Jobs (zurdo por cierto como lo son o fueron Einstein, Bill Gates, Obama, Marilyn Monroe, Leonardo Da Vinci y Picasso) como ningún otro, lograba “conectar los puntos” como él lo llamaba, de experiencias anteriores para involucrarlas en la creación de productos y experiencias que se superaban a sí mismas.  De esta forma, solo viviendo nuevas experiencias, escuchando personas distintas a nosotros mismos, viajando, leyendo libros que expandan nuestra frontera de conocimiento, vamos a generan esos “puntos” que en el futuro conectaremos en los procesos creativos que emprendamos.

Figura 1. Cultivo de tomate hidropónico. Ideas que pueden adaptarse para flores. Fuente: Autor.

Ahora imaginemos que la posibilidad de vivir experiencias inspiradoras no esté restringida solo a un grupo selecto dentro de las empresas de flores, sino que más bien, todos los miembros de la organización tengan frecuentemente esta oportunidad de una u otra forma. He aquí uno de los principios fundamentales de la gestión de la creatividad, se trata entonces de involucrar a todos los integrantes de la compañía en los procesos innovadores, de hacerlos sentir parte del cambio, de capacitarlos, de compartir información y experiencias con ellos.  Los resultados positivos no se harán esperar, rápidamente empezarán a destacarse esos trabajadores con un cierto nivel de pensamiento lateral, que en los casos más exitosos aportarán ideas que terminarán en innovaciones incrementales, en procesos internos de producción o de administración, en mejoras de productos y de servicios. Más temprano que tarde será derrumbado el paradigma de que solo las ideas de los jefes son las valiosas y que los empleados están para ejecutarlas.

Figura 2. Recolección de esquejes en plugs de turba. Fuente: Autor.

Los líderes juegan un papel determinante en la gestión de la creatividad.  Entre otras, tienen responsabilidades tan importantes como las de conformar grupos heterogéneos de colaboradores con distintas aptitudes, lo cual permitirá bajo un modelo de gestión eficiente la generación de ideas disruptivas.  Otra función igual de importante de los líderes y en general de las compañías es la de reconocer a la persona o personas correspondientes los beneficios de los resultados exitosos que se deriven de los procesos innovadores.  Esto implica exaltar su labor frente a sus compañeros de trabajo, permitir mejores oportunidades de capacitación, crecimiento y hasta compartir con ellos las utilidades que se generen por su aporte.

Figura 3. Grupo multidisciplinario trabajando en innovación. Fuente: Autor.

Por último, se debe tener claro que innovar implica en la mayoría de los casos múltiples fracasos antes del éxito.  Entonces, el modelo de innovación implantado debe crear la seguridad psicológica para que los errores sean entendidos como oportunidades de aprendizaje.

Referencias bibliográficas

  • Amabile. T. (2008) Creativity and the role of the leader.  Harvard Business Review. 12 pp.
  • Burnett. C. Reali. P (2013) Big Questions in creativity 2013. Volumen 1. 166 pp.