Por: La Directora
Desde que el nuevo presidente de los Estados Unidos se posesionó, el mundo ha estado en vilo por varias de las políticas de carácter internacional que ese país está poniendo en marcha. La potencia norteamericana cambió radicalmente su posición frente a los inmigrantes, está interviniendo en la guerra entre Rusia y Ucrania, empieza a inmiscuirse en el conflicto palestino-israelí y está desplegando toda una estrategia que se podría llamar de “desglobalización”.

Van dos meses del segundo mandato de Donald Trump y, descontando las idas y venidas, lo que hasta al momento está claro es:
- Incremento del 25% en la tasa arancelaria que EE.UU cobra por la importación de la mayoría de productos canadienses y mexicanos.
- Incremento del 20% en la tasa arancelaria que EE.UU cobra a los productos chinos.
- Incremento arancelario planeado para marzo respecto del acero y el aluminio independientemente de su procedencia.
- Incremento arancelario planeado para abril respecto de los productos agrícolas. No se ha anunciado aún cuáles productos específicamente ni el origen de ellos.
- Posible incremento arancelario sobre maderas y cobre.
China respondió a su vez con aranceles a productos estadounidenses y sancionando a 15 compañías de ese país: prohibió a sus proveedores chinos que les vendan insumos. Canadá, por su parte, impuso cuantiosos aranceles a icónicos productos estadounidenses como el jugo de naranja de la Florida y licores como el Bourbon, y más allá de eso, muchas de las provincias canadienses ordenaron a los almacenes retirar los productos estadounidenses de las estanterías. En el momento de la escritura de esta columna, la presidenta mexicana no se ha pronunciado respecto a las medidas retaliatorias que su país eventualmente estaría tomando.
Las bolsas de valores han estado cayendo por las nefastas consecuencias que las mencionadas medidas causan en el comercio internacional pero también por la incertidumbre que reina (el presidente estadounidense cambia de parecer con frecuencia, desconoce los acuerdos que él mismo había firmado hace algunos años, hace excepciones, aplazamientos y aumentos sin razones aparentes), y de todo esto, lo único que quizá podamos sacar en limpio, es que tarde o temprano esta marea de medidas nos impactará también a nosotros.
¿Qué hacer entonces?
Lo primero es no caer en pánico, ya que las medidas arancelarias que está tomando EE.UU son generales (en contra de todos). Por el momento han apuntado a sus mayores socios comerciales, pero es posible que el aumento arancelario se aplique a muchos más países y muchos más productos. Dos cosas quedan en evidencia: la primera es que, al traspasarse los mayores costos de importación al consumidor, son los estadounidenses quienes realmente van a sufrir los aumentos en los precios. Todo el que haga negocios con los Estados Unidos se va a resentir inicialmente; sin embargo, las verdaderas víctimas de las medidas son los mismos ciudadanos de ese país. Lo segundo que queda en evidencia es que no se puede seguir confiando en Estados Unidos como socio comercial, hay que diversificar el destino de las exportaciones y cuanto antes, mejor.
Hay que saber aprovechar las crisis y este podría ser un momento para ello. Fortalecer relaciones comerciales con Canadá, China y la Unión Europea parece mucho más seguro que esperar con zozobra a quedar excluidos de un mercado que, aunque grande, no es el único que puede estar interesado en nuestros productos. Como en todo, salen adelante solo quienes son capaces de adaptarse.