Por: I.A. Camilo Echeverri Erk
En alguna de mis columnas anteriores hice referencia a la experiencia que viví hace algunos años con la exportación de papaya a través de Aprocol, una asociación de productores de frutas en el norte del Valle del Cauca. Mantengo contacto frecuente con el director actual de la asociación, quien es mi amigo y ha estado al frente del proyecto de exportación desde mi retiro en el año 2012, cuando asumí un cargo en una empresa exportadora de fruta congelada en Palmira.
Entre el año 2008 y el 2012 logramos organizar con Aprocol un programa de exportación de pequeñas cantidades de papaya, en forma continua, con despachos semanales a Alemania. Los resultados fueron en general muy buenos, pero no pudimos escalar el programa para despachar mayores volúmenes, debido a problemas de calidad de la fruta y a la falta de unas instalaciones de postcosecha adecuadas para las altas exigencias de los mercados internacionales. Nuestras solicitudes de apoyo al Gobierno, a través del ministerio de agricultura, fueron infructuosas por falta de respaldo político. Mi aversión a los políticos o, más bien, a los ‘politiqueros’, se convirtió en una barrera para avanzar en nuestros propósitos. Mi amigo de Aprocol, en cambio, logró superar mi complejo y ha buscado apoyo ante diferentes funcionarios públicos del orden municipal, departamental y nacional, con varios logros importantes, como la consecución de algunos recursos para la adecuación de la planta de empaque y exportación. Logró también atraer la atención del exministro de hacienda José Antonio Ocampo, lamentablemente defenestrado en forma prematura por el presidente Petro. Para cumplir con los estándares internacionales, especialmente con los de los Estados Unidos, país que exige un tratamiento hidrotérmico de la papaya para garantizar la calidad fitosanitaria del producto, Aprocol tiene que continuar en la búsqueda de recursos financieros para terminar de adecuar sus instalaciones de postcosecha.
El caso que relato ilustra claramente el argumento de que para reactivar la agricultura no basta solamente con entregarle tierra a los agricultores. En un buen programa asociativo entre agricultores y exportadores, la tierra es lo de menos, hasta cierto punto, porque los precios internacionales permiten pagarle al productor un valor por su producto que alcanza hasta para pagar el arriendo de la tierra. Tal es el caso de los productores de papaya en el norte del Valle, quienes tienen que rotar forzosamente los terrenos de cultivo, debido a la presencia de varios patógenos de suelo que limitan seriamente la producción continua en los mismos lotes.
El programa del Gobierno para impulsar la agricultura requiere muchísimo más esfuerzo que proveer a los agricultores del recurso suelo. El desafío enorme está en cómo garantizarles a los productores unas condiciones que les permitan ser exitosos en el negocio para que permanezcan en él. En otras palabras, en cómo crear para ellos el entorno adecuado para que logren una rentabilidad sostenible en el tiempo. De lo contario, los proyectos podrán fracasar por falta de acompañamiento por parte del Gobierno. Tal es el caso de varias iniciativas productivas y de transformación industrial financiadas en años anteriores con recursos de USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, por sus siglas en inglés). Los Gobiernos de turno no cumplieron con su parte de apoyar a los campesinos con asistencia técnica y de mercadeo, no pudiendo estos obtener las ganancias para sostenerse y continuar con la actividad productiva. Testigo de ello son varias instalaciones de procesamiento en diferentes lugares del país que se convirtieron en ‘elefantes blancos’.
En el ministerio de agricultura se habla mucho de acciones como: mejorar las vías terciarias para facilitar el acceso a los mercados, ofrecer asistencia técnica, fortalecer la asociatividad, reactivar el IDEMA para que compre algunos productos a precios estables, entre otras. Desafortunadamente, hasta ahora, transcurridos ya dieciocho meses de la gestión del llamado ‘Gobierno del Cambio’ no se conocen mayores avances en estos frentes. Puedo estar equivocado en mi apreciación, y algunos podrán decir que aún es muy temprano para evaluar dicha gestión.
A mi parecer, lograr los cambios profundos que se propone el presidente Petro va a ser muy difícil al paso que va. Dejando a un lado la fuerte oposición política que ha tenido, veo un serio problema de liderazgo en la Presidencia y una deficiencia marcada de capacidad gerencial en algunos de los ministerios. En el caso del ministerio de agricultura en particular, fue un error sacar ‘a sombrerazos’ a la ministra Cecilia López, quien tenía toda la capacidad para impulsar el sector agrícola, gracias a haber sido exministra de agricultura y de hacienda en gobiernos anteriores. Según ella, el presidente le manifestó que la excluía del gobierno por hacer parte del ‘establecimiento’. Considero que es un craso error que el mandatario ha seguido cometiendo al nombrar en algunas carteras ministeriales a personas afines a su ideología, pero carentes de experiencia y de habilidades gerenciales para lograr sus propósitos. No niego que sean profesionales destacados y bien intencionados; es simplemente que no están a la altura de los grandes desafíos que se propuso el presidente Petro en su ambicioso plan de desarrollo. Prueba de ello es la baja ejecución del presupuesto de inversión en algunos ministerios, lo cual parece haber hecho salir de casillas al mandatario en los consejos de ministros.
El segundo gran problema, en mi concepto, es la marcada debilidad de liderazgo que ha demostrado el presidente en esta primera etapa de gobierno. Son varios los ministros que han salido del Gobierno que se han quejado de una casi nula comunicación con él. Pareciera que prefiriera la comunicación por ‘tuits’ y a través de mensajes con tono de regaño enviados a sus ministros en sus intervenciones desde la tribuna – el escenario en que parece sentirse más cómodo – en diferentes eventos públicos en las regiones. No sé puede negar que Petro también es un hombre visionario y bien intencionado; no tengo la menor duda. Pero unos objetivos de cambio tan necesarios y profundos como los que se ha trazado requieren de un trabajo ‘cabeza a cabeza’ con los ministros. Esto exige grandes habilidades de liderazgo que el presidente parece no tener. Sus viajes frecuentes al exterior (se habla de dos cada mes, en promedio) tampoco le permiten hacer el seguimiento requerido a su programa de gobierno. A veces pareciera que Petro estuviera más interesado en labrarse una posición como líder mundial en temas ambientales y de paz mundial que en poner la casa en orden.
Al momento de escribir estas líneas se ha hecho pública la renuncia del director de Planeación Nacional, otro curtido y muy técnico funcionario que abandona el Gobierno, aparentemente por grandes diferencias conceptuales con el presidente Petro alrededor de cómo canalizar efectivamente los recursos de inversión. El panorama se oscurece aún más y pone en peligro la continuidad de los programas para los cambios que requiere el país. Creo que el cambio más grande que necesita urgentemente el ‘Gobierno del Cambio’ es en la forma de liderar que debe asumir su cabeza a partir de ahora.
Señor presidente Petro: “Rodéese de buenos gerentes, no importa si son de ideología progresista o neoliberal, y ‘respíreles en la nuca’. Deje tanta ‘peleadera’ y ‘trinadera’ y dedíquese a gobernar, sin atizar la polarización. Sus logros en lo local le podrán granjear un nombre en la historia de este país y una posición de liderazgo en la comunidad internacional. Están en juego el futuro del país y el de su proyecto político. ¡Menos discurso y más gerencia!”