Por: I.A Jorge Centanaro
El 15 de febrero de 1993 entré a trabajar en agrícola Gualí, empresa de Jorge Borda, manejando un área de rosa (producción y propagación). Después estuve en Vuelven S.A., también manejando rosas. Por último, trabajé en Grupo Funza, manejando Alstroemeria y diversificados, con lo cual completé 10 años de experiencia en producción
Más tarde pasé a la parte comercial, entrando a Bayer y madurando 15 años de mi carrera en esta empresa. De ahí empecé con los japoneses, en Summit-Agro, también en la parte comercial, luego con italianos, en Isagro, y actualmente con Víctor Esquivel, en Mayqa, y con Jordi Durán, en Vimass. El 15 de febrero de este año completé los 30 años vinculado a la floricultura, con muchísimo agradecimiento a un sector que he visto crecer y que me ha visto crecer a mí y a mi familia.
En todo este trasegar por la industria, ha habido personas que me han aportado mucho. En la parte de producción, el difunto Carlos Gómez, asesor en Vuelven y en Funza, en la parte comercial, personas como John Jairo Mejía y Jairo Chazabas, mis primeros jefes en la parte comercial, y un sinnúmero de amigos y grandes profesionales con los cuales tengo historias de vida y muy buenos momentos.
Teniendo en cuenta todas las vivencias en la industria de las flores y su evolución en 30 años, hoy quisiera hacer un especial homenaje a todos mis colegas agrónomos, que en este periodo tanto le han aportado al sector en su consolidación como uno de los principales renglones en el ámbito exportador. Para construir un mejor futuro para sus familias y con una gran dosis de disciplina e innovación, muchas veces con pocos recursos, los colegas agrónomos han desplegado sus esfuerzos en un ejercicio que es muy exigente en materia de tiempo y de cuidado debido a la inmediatez que genera trabajar con perecederos. También quiero saludar a mis colegas de la parte comercial, que mes a mes están pendientes de los compromisos previamente adquiridos con sus empresas y que tanto han ayudado a que todas esas toneladas de flores salgan con muy buena calidad, agregándole valor a la floricultura.
Haciendo este ejercicio de retrospectiva, siento que hay muchas cosas en las que ha evolucionado la floricultura; cada vez nos profesionalizamos más en la actividad, entrando a la era de la agricultura de precisión, donde podemos medir casi todo, optimizar el uso de los recursos y obtener mejores resultados. Sin embargo, si a mí me preguntaran sobre un evento para resaltar en estos 30 años de floricultura, diría que el tema de la hidroponía fue uno de los más significativos, teniendo en cuenta que le dio una nueva vida al cultivo de clavel (por el fusarium) y que en rosa rompió tantos paradigmas en cuanto a productividad. En este orden de ideas, me encontré hace un mes y medio con Danilo Fonseca, colega de la UPTC, que también celebra 30 años de floricultura. Coincidencialmente, Danilo también empezó a trabajar el mismo día que yo, 15 de febrero de 1993, y es, desde mi punto de vista, la persona que más ha ayudado en el avance de la hidroponía en la producción de rosa. Por ello, pedí a Danilo hacerle algunas preguntas sobre cómo ha sido la historia para lograr esta disrupción en el cultivo de rosas y he aquí lo que me respondió:
Jorge Centanaro
Buenos días, Danilo; cuéntame cómo fueron tus inicios en la agronomía.
Danilo Fonseca
Yo nací en el campo. Soy un campesino que estudió agronomía en la UPTC, en la sede de Tunja. Me gradué en el año de 1992 y antes de graduarme empecé a trabajar en asistencia técnica en Boyacá, en la zona productora de frutales caducifolios (Nuevo Colón y Jenesano). Mi tesis tenía que ver con producción de perales; eso me dio un poco de experiencia y más tarde pude vincularme en el manejo de una UMATA en esos municipios.
J.C: Los caducifolios son un gran reto a nivel agronómico. ¿Qué bases fisiológicas te dejó aquel trabajo?
D.F: Realmente, todo arranca cuando a mí me proponen realizar una tesis que en términos de tiempo era larga, porque al trabajar con plantas caducifolias los resultados se ven a largo plazo. Yo comencé mi tesis cuando estaba en séptimo semestre. Para lograr hacer ese trabajo se requería estudiar muy bien la fisiología del cultivo (los perales). Ahí aprendí mucho sobre la complejidad de las plantas; de hecho, aprendí que en un caducifolio las yemas o las ramas que crecen en un año solo van a producir hasta el año siguiente, por lo que las podas deben hacerse muy bien. Son muchos los errores que se cometen en producción. Estos cultivos no son muy desarrollados en Colombia porque no se conocen muy bien. Las cosas que aprendí, por ejemplo, los momentos floración y los tiempos de cosecha, me funcionaron mucho posteriormente en rosas.
J.C: ¿Cómo fue tu entrada al mundo de las flores?
D.F: Como ya te comenté, me tocó retirarme de la UMATA por falta de recursos. Tenía responsabilidades por haber estudiado con un crédito de ICETEX; en ese tiempo nos daban seis meses de gracia y a mí se cumplían en el primer mes de 1993. Así que tenía que buscar una nueva oportunidad y esa fue en flores.
J.C: Cuéntanos cómo fue iniciar ese camino y cómo llegaste al tema de la hidroponía en rosas.
D.F: Estando en Splendor Flowers, el dueño tomó la decisión de cultivar solamente rosas en esa finca. Los cultivos de diversificación que manejaba se trasladaron a una finca llamada Fantasía Flowers, que quedaba en Madrid y que era mucho más grande. Estaban quedando algunas áreas vacías básicamente porque estaban empezando a hacer una reducción de los cultivos de gypsophilia, que no eran rentables, junto con algo de pompón. Obviamente, se necesitaba llenar esas áreas con otros productos. Allí se puso toda el área de diversificación, pero llegó un punto donde se hizo inviable por la cantidad de productos.
Poco después dejé los cultivos de diversificación y empecé a manejar solo rosas. Me fui a otra finca que producía rosas llamada Flores la Fragancia Ipanema. En ese momento había empezado la unificación de las fincas que compró la multinacional Dole y La Fragancia hacía parte de esos cultivos que habían comprado. Allí me encontré con un área mucho más grande de rosas: la finca tenía alrededor de 42 hectáreas y yo llegué a manejar alrededor de 15 hectáreas. Allí fue donde adquirí más conocimiento sobre los cultivos de rosas. En Fragancia estuve dos años y, posteriormente, comencé un nuevo proceso en grupo Chía.
J.C: ¿Dónde desarrollaste el concepto de hidroponía?
D.F: Cuando llegué al grupo Chía, llegué a una finca relativamente pequeña llamada “Jardines del Rosal”. Tenía una sede en Cajicá y otra en Gachancipá; era una empresa muy pequeña. En Cajicá tenía un área de 5.4 hectáreas, que habían sembrado en un 80% con una variedad que iba de salida, la Madamme del Bard. La visión que tenía en ese momento como floricultor cambió un poco al llegar a esa nueva finca, ya que venía de una finca más grande y con unas variedades más productivas, La otra finca en Gachancipá era una finca que estaba empezando a crecer con 2.4 hectáreas, y media hectárea de una variedad llamada “Classic”. En total eran alrededor de 7.5 hectáreas. Grupo Chía tenía una estructura bien particular: 3 directores por finca, un director de producción, uno de MIPE y otro de MIRFE, y todos tenían prácticamente el mismo poder. Esa gestión creaba muchos problemas y no había la mejor administración. Me nombraron director técnico y empecé a velar por la producción y a crear un esquema básico para lograr una buena productividad y satisfacer los intereses del dueño y del gerente.
En la finca de Gachancipá tenían 3 hectáreas cultivadas y otras 3 listas para crecer o cultivar, pero tenían una particularidad, los terrenos de las fincas eran arcillosos, razón por la cual los cultivos anteriores no habían tenido el éxito esperado. Mi temor era no dar resultados, así que empezamos a trabajar con los supervisores de Grupo Chía en buscar alternativas para poder hacer una buena siembra de rosas. Luego de un tiempo de pensarlo, llegamos a la conclusión de que no era viable sembrar en esos terrenos por su particular condición. Habríamos tenido que hacer unos drenajes y una infraestructura que no compensaba ni garantizaba la inversión realizada. Por eso nace el plan de sembrar en hidroponía y ese fue el inicio de nuestro nuevo método de siembra.
J.C: ¿Fue difícil vender la idea de hidroponía a la junta directiva o a los dueños? ¿Qué requerimientos tenía ese sistema?
D.F: Fue difícil; la empresa no contaba con el capital para iniciar ese proyecto. Había un antecedente en Jardines del Rosal, donde habían hecho unos ensayos con una tecnología copiada de Ecuador con sustratos y sistemas de riego que no habían dado resultados. Perdieron mucho dinero en tres fincas diferentes del mismo grupo.
Entonces proponerles a los dueños o a la junta directiva sembrar en hidroponía fue difícil. Logramos convencer al dueño porque le planteamos que no había otra alternativa; los convencimos con la salvedad de que si no funcionaba no iba a haber continuidad de la finca.
Necesitábamos cambiar toda la filosofía del cultivo. Al principio se pensó que era simplemente cambiar la forma de las camas y el suelo por un sustrato; sin embargo, rápidamente tuvimos que aprender las bases de este tipo de cultivos.
Cuando empezamos existía un producto de desecho que en ese momento era complejo de manejar porque nadie lo quería: las cascarillas que sobraban de la renovación del clavel. Para aclarar, se usaba la cascarilla quemada o tostada nueva en los cultivos; luego de dos años tocaba quitarla y las fincas no sabían qué hacer con ese desecho fuera de botarlo. Nosotros, con una visión amplia, comenzamos a usarla como sustrato, pero trajo complicaciones a corto plazo porque las camas que usábamos eran camas muy grandes, de 1 metro de ancho x 30 cm de alto, y la longitud de la cama podía estar entre los 30 y los 32 metros de largo- lo cual suponía un volumen de ese material bastante alto. Un camión podía llevar alrededor de 600 bultos de cascarilla y nosotros para una sola cama necesitábamos 200 bultos: para sembrar una hectárea necesitábamos llevar muchos camiones de cascarilla usada. Usamos ese sustrato durante 3 años y completamos alrededor de 6 hectáreas con ese sistema; recibíamos cascarilla de la sabana que a veces las fincas nos regalaban.
J.C: Uno de los factores de éxito en la hidroponía es el conocimiento del sustrato, ¿Cómo hacían al recibir cascarilla de toda la sabana de Bogotá?
D.F: Esa fue una de las cosas que no previmos. Nosotros inicialmente pensamos que era cambiar el contenedor y como la cascarilla ya usada tenía algo de fracción orgánica, asemejábamos el manejo de esas cascarillas o de ese sustrato con el suelo.
J.C: ¿Qué otros retos técnicos se le presentaron?
D.F: Al principio pensábamos que era cuestión solamente de cambiar el sustrato. Rápidamente nos dimos cuenta de que debíamos cambiar el sistema de riego, poner sustrato uniforme y usar coberturas para que el riego surtiera efecto. También comenzamos a usar los mulch y las coberturas de superficie. Nos dimos cuenta que las rosas, al no tener las raíces en el suelo o no tener agarre con la tierra, deformaban las hormas de las camas; así que cambiaba la forma de cortar o los tutorajes, todas esas cosas debían cambiar. Todos los retos comenzaron a aparecer y tuvimos que hacer múltiples innovaciones.
J.C: ¿En cuánto tiempo se consolidó el proceso de hidroponía en esta finca?
D.F: Hubo un mejoramiento sistemático. Comenzamos con unas camas de un 1 metro de ancho y una cantidad de sustrato enorme, a los 2 años nos dimos cuenta de que podíamos disminuir la anchura de las camas, de 80 cm de ancho con menos sustrato. Después nos enfrentamos al reto de que, en algunos sectores, con el transcurso de los años, las camas se deformaban porque el suelo se hundía. Entonces evolucionamos para hacer las llamadas “camas hidropónicas levantadas”.
Se trató de un cambio en la forma de pensar respecto a las rosas. Cuando yo comencé en rosas, pensaba que entre más sustrato o área tuvieran podían producir más. Mi concepto cambió cuando pasé de sembrarlas en un contenedor horizontal a sembrarlas en camas levantadas. También tuvimos que cambiar el sistema de drenaje: pasó de ser un drenaje horizontal a ser un drenaje vertical que nos iba a garantizar que las plantas no tuvieran exceso de agua.
Ese sistema se propagó no solo en las empresas del grupo, sino también en toda la floricultura de la sabana. Otra cosa importante era que pensábamos que se podrían ahorrar muchos más nutrientes porque lo que sobraba se podía volver a utilizar fácilmente. Eso es un sofisma. No aplica. Al principio pensábamos que entre menos drenaje tuviéramos íbamos a ahorrar más. Pensábamos que tener un drenaje del 10% era mejor, porque no se botaba fertilizante. La realidad es que, al tener menos drenaje, los sustratos se salinizaban y las plantas padecían todos los problemas de producción, como tallos cortos, amarillamientos, defoliaciones, mortal para un cultivo de rosas. Ahí aprendimos que la fracción de lavado debía llegar al 30% o al 50%, hoy una norma que todos los que cultivan rosas u otros cultivos en sustratos deben saber. Durante el tiempo que pasé en la finca (4 años) fueron muchos momentos de aprendizaje y experiencias enriquecedoras.
J.C: ¿Qué incremento lograste en productividad y en qué momento el grupo pasa a sembrar la rosa en hidroponía?
D.F: El incremento fue del 15 al 25% dependiendo de las variedades. El grupo se pasa a hidroponía en el año 2012.
J.C: ¿Qué tal le han parecido estos 30 años en la floricultura?
D.F: Para mí la floricultura ha sido todo. Yo amo mi trabajo y amo las rosas. Cada día que he estado en un cultivo mi enfoque ha sido aumentar su productividad y calidad. Cada que sembraba una variedad nueva o una cama era un reto sacarla adelante. Pensaba a cuántas personas van a llegar las flores que produzco. Este trabajo al que yo me dedico es un trabajo exigente, pero es un trabajo que lo llena a uno de muchas experiencias enriquecedoras; agradezco a todos los dueños de las empresas, colegas, jefes y personas con las he trabajado y que han confiado en mí; también a la gente que produce, a las personas que están con las tijeras, cortando las rosas, porque realmente son ellas las que producen. Hoy pienso que uno puede tener el mejor riego, sustrato y la mejor cama, pero si no tiene personas que entiendan, por ejemplo, cómo hacer el corte correcto de una rosa, realmente no se hace nada. Las personas son las que producen, las que hacen crecer a las empresas y al sector.
J.C: Gracias Danilo por este recorrido que nos acabas de hacer y por tus valiosos comentarios.
D.F: Gracias a ti Jorge.
Hace 6 meses le practicaron a Danilo un trasplante de médula, hasta ahora con muy buenos resultados. Que esta sea una buena oportunidad para hacerle un reconocimiento muy especial a Danilo, un agrónomo que le ha dado un gran valor al sector en estos, mis 30 años de floricultura.
Interesante los comentarios del Ingeniero Danilo, pero no menciona, que la evolución en Hidroponía, llegó a partir de la evolución y desarrollo en clavel y que teníamos el apoyo de la Dirección Técnica de Grupo Chia, dónde se realizó un trabajo en equipo de muchos profesionales no solamente Ingenieros Agronomos.