Por: Angélica María Pardo López
Cada año desde 1970 aproximadamente, la asociación Global Footprint Network calcula el impacto de la actividad del ser humano en el planeta Tierra y emite un reporte que se llama “The Earth’s overshoot day”, el día de exceso de la Tierra o, para más claridad, el día de la deuda ecológica.
El propósito de este reporte es visibilizar el día en que la humanidad ha consumido el total de los recursos que el planeta es capaz de regenerar en un año completo. Para este año, el 8 de agosto fue el día de la deuda ecológica. Esto quiere decir que en algo más de 8 meses consumimos el total de recursos disponibles para todo el año, por lo cual de aquí en adelante empezamos a gastarnos lo de las vigencias futuras, o mejor, lo de las generaciones futuras.
Con referencias de más de 15.000 puntos en cada país, Global Footprint Network hace el cálculo dividiendo el dato que representa la biocapacidad anual de la tierra (lo que es capaz de producir) entre el que representa la huella ecológica mundial anual (los recursos que el ser humano consume). Finalmente, el resultado se multiplica por 365 días. La unidad de medición que les ha permitido hacer este cálculo se denomina “hectárea global”.
No sorprenderá a los lectores que desde que se hace esta medición, el día de la deuda ecológica cae más y más temprano. En 1989 el día de la deuda ecológica fue diciembre 19; octubre 26 en 2007; agosto 13 en 2015 y, finalmente, el 8 de agosto en 2016. El “presupuesto” ecológico ha sido sistemáticamente insuficiente durante 30 años a pesar de la abrumadora pobreza de buena parte de la población mundial, problema que sigue siendo uno de los mayores retos por superar.
Se necesitan en promedio 1,6 Tierras para sostener el actual ritmo de consumo de la humanidad. Si todas las personas de este mundo fueran capaces de realizar el sueño americano y vivir con el ritmo de consumo que tienen los estadounidenses, se necesitarían más de 4 Tierras para sostenernos.
Aunque la población mundial supera los 7 billones de personas, no es este el principal motivo para que los recursos del planeta se estén agotando de forma tan acelerada. De hecho, son las personas que residen en el norte global quienes consumen más recursos. Esta es tan solo otra forma de ver la desigualdad que existe. Países como Colombia, Bolivia, Paraguay y Mozambique tienen una huella ecológica que aún no supera su biocapacidad. Lo que tienen en común estas y otras naciones del sur global, que aún conservan un margen positivo en términos de deuda ecológica, es que son pobres. Es su pobreza (más la guerra en el caso colombiano), y no sus prácticas sostenibles lo que ha preservado medianamente estables sus recursos naturales.
En esto último quiero hacer hincapié: todos tienen el sueño americano, si no se consume como consumen los estadounidenses es porque no se puede, porque falta la plata, y no por nada más. La sociedad humana va rumbo al abismo porque la economía es exitosa en la medida en que siga creciendo, y la pretensión de que el crecimiento se proyecte indefinidamente encuentra sus raíces en que todos tenemos un apetito insaciable.
El crecimiento de la producción no puede continuar indefinidamente por la obvia razón de que los recursos son finitos. Llegará un día en que la escasez se hará presente de forma irremediable en nuestras vidas, y esto se lo deberemos primordialmente a nuestro ritmo actual de consumo y al de las dos anteriores generaciones. Con decirles que los más pesimistas no le dan más de un siglo a la humanidad y vaticinan que la causa de nuestra extinción será un masivo colapso ecológico. No es difícil de creerlo, pues la deforestación, la sobrecarga de dióxido de carbono en la atmósfera y en los océanos, la masiva contaminación de estos últimos, la pérdida de especies imprescindibles en las cadenas tróficas, la erosión del suelo y la toxicidad de la tierra hacen que semejante pronóstico sea bastante esperable.
A pesar de que nos enfrentamos a un peligro real e inminente, existe aún la esperanza. Las cosas deben cambiar ahora, porque es ahora o nunca. La tercera revolución industrial se acerca prometiendo sacarnos provisionalmente del atolladero (energía producida masivamente a partir de fuentes renovables y aplicación del internet a todas las cosas). Esto, en todo caso, no cambiará la situación si no logramos que opere a gran escala un cambio humano que llamaré psicológico. Debemos reconsiderar nuestra postura acerca de la necesidad: las necesidades humanas no son ni pueden ser infinitas. En la medida en que esa concepción sea superada, las dinámicas de la economía cambiarán su dirección, ya no hacia el crecimiento, y podremos seguir confiando en nuestra permanencia en el planeta Tierra.