Por: Angélica María Pardo López
Como lo había anticipado en el penúltimo apunte filosófico, esta vez hablaremos, con ejemplos de la vida real, sobre cómo los procesos democráticos pueden ser manipulados a través de las redes sociales.
Seguramente muchos de ustedes se acordarán de que en 2016 hubo un gran escándalo relacionado con las elecciones en Estados Unidos y el plebiscito en el que se consultaba a los ingleses por la permanencia del país en la Unión Europea. En el ojo del huracán se encontraban dos empresas: Cambridge Analytica y Facebook.
Lo que pasó fue que la firma Cambridge Analytica logró filtrar decenas de millones de perfiles de usuarios de Facebook y con esta información y un equipo de profesionales de diversas áreas confeccionó un perfil psicológico de cada uno de aquellos usuarios. Cambridge Analytica construyó perfiles que le indicaban si una determinada persona era emocional o no, conservadora o liberal, de derecha o de izquierda, si votaba o se abstenía de hacerlo; qué tan probable era que cambiara de opinión y qué información podría inducir ese cambio.
Con esta información en su arsenal, la compañía empezó a generar contenido específicamente dirigido a cada individuo con el propósito de manipular su intención de voto. El usuario quedaba expuesto a videos, imágenes, audios, etc. que le mostraban mensajes que, de acuerdo con su perfil psicológico, era posible que lo hicieran cambiar de opinión en determinado sentido o reforzar la misma, según fuera el caso. Esta preocupante situación salió a la luz gracias a Christopher Wylie, un analista que trabajaba en Cambridge Analytica en ese tiempo y que decidió destapar ‘la olla podrida’.
La responsabilidad que tuvo Facebook en estas filtraciones es un asunto aún no muy claro. Sin embargo, el verdadero problema son las inmensas cantidades de información personal que tan despreocupadamente ponemos en las redes sociales. Una persona promedio expone en Facebook y otras redes cientos de fotos suyas, de sus familiares y de sus amigos; expone detalles de su vida diaria y sus aspiraciones, sus opiniones políticas, los lugares que frecuenta y hasta sus preocupaciones, pesares, sueños y rencores. El análisis de estos datos puede llegar a conferir un gran poder. De hecho, algunos afirman que la elección de Donald Trump y la salida del Reino Unido de la Unión Europea no hubieran ocurrido sin Cambridge Analytica y la filtración de los perfiles de Facebook. Es más, hay noticia de que antes de descubrirse esto, muchos otros procesos democráticos en el mundo fueron afectados de la misma forma.
La enseñanza es que hay que ser mucho más cautos tanto con la información que compartimos como con la información que vemos. Nuestra información es la materia prima a partir de la cual muchos se lucran y aprovechan, y la información que nos llega es algo de cuya verdad e inocencia no tenemos ninguna garantía.
En un próximo apunte y siguiendo con esta serie sobre las tecnologías de la información y cómo nos afectan, abordaremos algunas explicaciones sobre por qué parece ser tan irresistible exponer información personal en las redes sociales o, en otras palabras, por qué tanto exhibicionismo no es casual.