Por: Luz Ángela Giraldo Murillo
Psicóloga – Especialista en gerencia de recursos humanos
Gestora Senior de Selección AgroHunters
“Cada hombre, aún bajo las condiciones más trágicas, guarda la libertad interior de decidir quién quiere ser —espiritual y mentalmente…”
El hombre en busca de sentido, 1946, Viktor Emil Frank
El dolor, la tristeza y el desasosiego son algunos de los fenómenos más estudiados por la psicología. De hecho, en algunos casos, el desasosiego puede tener tanto poder sobre nosotros que nos impide no solo disfrutar la vida, sino andar por la misma.
Viktor Frankl, psiquiatra vienés nacido a principios del siglo XX, construyó un enfoque terapéutico a partir de sus experiencias como superviviente en los campos de concentración del régimen nazi. Frankl nos enseñó la necesidad de transformarnos cuando no podemos cambiar las circunstancias que nos rodean. El padre de la logoterapia es un ejemplo de cómo la resiliencia nos confiere propósitos y fortalezas para transitar mejor a través del dolor, la tristeza, el desasosiego y la adversidad.
Una de las muchas definiciones de resiliencia señala que esta es: “la capacidad de recuperarse de la adversidad frente a una situación traumática, una pérdida o una catástrofe, saliendo fortalecido con mayores recursos, competencias y conexión emocional”. Es un proceso activo, de resistencia, construcción y autoafirmación.
En el año 2020 y lo que llevamos del presente 2021, hemos vivido situaciones que nunca pensamos afrontar. El encierro, la impotencia, la dificultad de recursos, el miedo y el dolor por la partida de seres cercanos y conocidos nos ha causado incertidumbre, tristeza y dolor, dificultándonos seguir adelante; hemos debido reconstruirnos y comprometernos con nuevas dinámicas.
La resiliencia se activa ante el sufrimiento, el trauma o ante una pandemia como la del COVID 19, encontrando un sentido al sufrimiento y de manera individual y/o familiar, implementando todos los mecanismos para salir airosos, para sobrevivir y quedar fortalecidos de esta pandemia que aún no termina y que permanecerá en la economía, en las familias, en nuestra conducta y memoria, por mucho tiempo más.
Si bien la resiliencia es un proceso interno e individual, podemos chequear si algunas de las acciones que se enumeran a continuación han sido implementadas o al menos tenidas en cuenta en estos tiempos de pandemia y si no lo hemos intentado, puede ser el momento de aplicarnos a ello. Por eso lo invitamos a que revise:
- ¿Ha trabajado y propendido por la cohesión familiar?
- ¿Se ha mantenido activo, intelectual y físicamente?
- ¿Ha potencializado y utilizado sus capacidades intelectuales frente a la adversidad?
- ¿Demuestra afecto, ternura y preocupación por el bienestar de sus seres queridos?
- ¿Ha comunicado a otra(s) persona(s), sus tristezas, dolores y angustias?
- ¿Si lo necesitó, pidió ayuda?
- ¿Tiene identificado qué cosas les causan estrés y ha trabajado en ello para encontrar soluciones?
- ¿Frente a su nueva realidad, estableció una rutina diaria y constante, para mejorar su sensación de control?
- ¿Tiene espacios para conversar con sus amigos, colegas, compañeros de trabajo, familiares y demás red de apoyo?
- ¿Cuida su salud y la de los demás?
- ¿El manejo de los gastos y la economía personal y familiar ha sido más cautelosa?
- ¿Ha ayudado a otras personas?
Señalado lo anterior, invito a reflexionar sobre ello y poner en práctica algunas de las acciones enumeradas u otras que considere contribuyan a su fortalecimiento físico y espiritual. Sería muy buena idea volver a la lectura o incrementarla. Déle una nueva oportunidad, por ejemplo, al “Hombre en busca de sentido” de Viktor Emil Frankl.
Por último, debo agregar tres componentes importantes que harán la diferencia en estos tiempos de crisis y que son internos, es decir, que corresponde a cada uno de nosotros buscarlos y aplicarlos:
Actitud: Es el querer, la confianza en mí mismo y en mis propios recursos, encontrando un sentido y propósito en mi vivir.
Decisión: Es la valoración de las diferentes alternativas que se me presentan y el análisis de sus consecuencias. No puedo quedarme en el análisis y contemplación, sino que debo actuar.
Valor: Es atreverse, incluso a pesar del miedo y la incertidumbre, a dar el primer paso de los muchos que se requieran, sin mirar atrás.