Por: Angélica María Pardo L.
Hace poco perdí mi celular. Al parecer lo olvidé en un taxi al bajarme. A pesar de que había solicitado el servicio por medio de una aplicación, no pude recuperar el teléfono porque alguna persona que posteriormente tomó el taxi en la calle lo debió haber visto y se lo llevó sin más.
En aquel momento me preocupé mucho. Para comenzar, el teléfono no tenía ningún mecanismo de bloqueo. Primera lección: hay que ponerle clave. En relación con el bloqueo con huella dactilar y reconocimiento facial, la clave numérica es el mecanismo más seguro y menos intrusivo en términos de privacidad. Si el teléfono hubiera tenido clave de bloqueo me habría preocupado menos, pues esto da más tiempo para reaccionar.
Después pensé en todo lo que tenía escrito en mis conversaciones de mensajería instantánea, en especial las de WhatsApp. Como se podrá imaginar el lector, son muchos los datos e informaciones importantes que se pueden obtener de la lectura de nuestras conversaciones, que no solo contienen mensajes de texto, sino también ubicaciones, fotos, archivos, etc. Segunda lección: hay que activar la opción de desaparición automática de los mensajes. En Signal se pueden programar los mensajes para que desaparezcan entre treinta segundos y cuatro semanas después de que han sido vistos. En WhatsApp se pueden programar para que desaparezcan en una semana. La activación de esta posibilidad da paz mental, pues asegura que pase lo que pase con el teléfono, los mensajes que usted mande y reciba son solo suyos y solo usted tiene acceso a ellos.
En seguida pensé en el correo electrónico, al que se puede acceder automáticamente (sin clave) desde el celular, así como el Facebook y otras aplicaciones como Airbnb y Spotify. Airbnb es una aplicación para alojarse y Spotify para escuchar música, por lo que quien abra esas aplicaciones sabrá en dónde me he alojado (en cualquier parte del mundo) y cuáles son mis preferencias musicales (con gran detalle).
También pensé en mi cuenta de ahorros y mis tarjetas de crédito, que he utilizado a través del celular y cuyos datos podrían haber quedado almacenados en alguna parte de él. Traté de recordar si tenía algún chat en el que se hablara de pagos o en el que pudiera haber escrito un número sensible (el número de la cuenta, una clave, qué sé yo…). Creo que el teléfono no albergaba esa información, pero sí recuerdo claramente haber enviado un archivo con la fotocopia de mi cédula en un WhatsApp. ¡Imagínese lo que se puede hacer con todos los datos que salen en una cédula!
Pensé en mi lista de contactos y en los familiares y amigos que personas malintencionadas en posesión de información sensible podrían tratar de extorsionar o estafar…
Lo único que me dejó sin cuidado fue mi historial de navegación, pues utilizo un navegador que se llama Duck Duck Go que permite borrar permanentemente el historial de búsqueda con un simple click y yo había hecho eso hacía muy poco, por lo que mis búsquedas y claves utilizadas recientemente habían desaparecido. ¡Bien por esa!
Al darme cuenta de la pérdida empezó una carrera que transcurría mientras me imaginaba todo lo que podría pasar si perdía más tiempo. Llamé a la empresa de telefonía para bloquear la línea y el equipo. Cambié todas las claves. Informé a mis parientes más cercanos de la pérdida. Bloqueé las tarjetas de crédito y la cuenta de ahorros, etc.
En fin, parece ser que alcancé a reaccionar a tiempo, pues hasta el momento la pérdida del teléfono no me ha reportado más daño que tener que comprar uno nuevo y dedicar tiempo a la gestión de recuperar la línea. Me quedaron varios aprendizajes sobre buenas prácticas que aconsejo a quien lea esta nota: 1) hay que bloquear el teléfono; 2) hay que activar la opción de desaparición automática de mensajes en las aplicaciones de chatear; 3) no se debe identificar a nadie en la lista de contactos como “mamá”, “papá”, “hermana”, etc.; 4) hay que evitar guardar archivos importantes en el teléfono y 5) hay que utilizar un navegador que permita borrar permanente y fácilmente el historial de búsquedas. El episodio me sirvió para ser consciente de la importancia de la seguridad digital y el vasto campo de vulnerabilidades que se abre con el uso de los teléfonos inteligentes.