Por: La directora

En uno de mis recientes viajes a Europa me topé con un artículo del periódico dominical nacional de Grecia donde se hablaba de los impactos de la prolongada y feroz sequía que ha tenido lugar este año. Lo traigo a colación aquí, porque, justamente, el artículo analizaba el riesgo que la ola de calor representa para la agricultura, quedando peligrosamente amenazada la mayoría de los alimentos de la canasta básica familiar del país, incluso aquellos considerados como resistentes a condiciones de estrés hídrico. Los cultivos principalmente amenazados son: olivo, papa, pepino, kiwi, uvas, ciruelas, cítricos, maíz, sandía, calabacín, repollo, melón, pimentón, durazno, tomates y fríjoles o, en otras palabras, todo lo que los griegos comen.

A excepción de 2 o 3 eventos de lluvia moderada, desde el inicio de junio las precipitaciones han sido inexistentes en el país. Los agricultores están muy preocupados y expresan que su labor dejará de ser sostenible porque no pueden irrigar sus cultivos. Durante años han estado valiéndose de la perforación de pozos profundos, alternativa inalcanzable para la mayoría, pues se estima en 12.000 euros el costo de una perforación de 40 a 50 metros. Sin embargo, los acuíferos están también agotados y son muchas las veces que no se encuentra agua a menos de 200 metros de profundidad, con los gastos económicos e impacto ambiental que ello conlleva. Los expertos sostienen que la única alternativa real es la implementación masiva de sistemas de riego por goteo.

En Colombia vivimos una situación similar a causa de la sequía ocasionada por el Fenómeno del Niño en los pasados meses, quizá con la diferencia de que el agricultor colombiano es más vulnerable por estar menos asegurado y no contar, como ocurre en Europa, con múltiples subvenciones que permiten que el oficio sea más viable incluso en épocas difíciles. Y aunque de acuerdo con los informes del gobierno el impacto de la sequía en las actividades agrícolas no tuvo un impacto en la inflación, las pérdidas sí fueron cuantiosas para los agricultores y ganaderos. 

Las condiciones climáticas extremas han dejado de ser una excepción. Se trata de un fenómeno que se cierne sobre todo el globo y que tenderá a recrudecerse, pues el punto de no retorno se ha cruzado hace mucho ya. Por eso, más que de mitigación debemos hablar de adaptación. No se puede seguir actuando de la manera en que se ha venido haciendo con la esperanza de que más adelante las condiciones vuelvan a ser normales. Cada año la temperatura de la Tierra bate un nuevo récord, los veranos son más calientes, se presentan más incendios forestales y los fenómenos de sequía son más frecuentes y prolongados. 

En Colombia, el gobierno dice estar trabajando en soluciones que permitan afrontar este oscuro horizonte. Se habla perforación de pozos profundos (Guajira), reparación de distritos de riego (Atlántico y Bolívar), construcción de reservorios, adecuación de tierras, asistencia técnica, mejoras en el tratamiento de agua e instalación de sistemas de riego. Se necesita un trabajo serio, consistente y ágil pues, de otro modo, la próxima temporada de sequía nos volverá a coger con los calzones abajo.

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