Compartir Artículo

Por: Camilo Echeverri Erk, I.A.

En la edición julio – agosto de 2016 de esta revista se publicó en esta columna un artículo que titulé “Mandámelo por Guasá” (nótese el marcado acento valluno), en el cual sostenía que las comunicaciones por medio de las redes sociales (WhatsApp, Instagram, Facebook y otras) estaban reemplazando rápidamente otros medios de comunicación digital como el correo electrónico. También llamaba la atención sobre la dependencia excesiva que se estaba generando entre los usuarios hacia estas redes y las consecuencias que dicha dependencia podría tener.

Un poco más de ocho años después, es una realidad que las redes sociales se han convertido en uno de los medios de comunicación más importantes, si no el más importante, al menos para algunos sectores de la población. Hoy en día es difícil imaginarse cómo, en este agitado mundo, podría fluir la comunicación ‘en tiempo real’ entre personas, empresas y toda clase de instituciones sin este tipo de medios. Ni qué decir sobre la realización de transacciones bancarias, comerciales y todo tipo de trámites que hacemos a diario.

Es innegable que los beneficios del uso de estos medios de comunicación modernos sobrepasan grandemente los perjuicios que pueden ocasionar, siempre y cuando se manejen en forma racional, responsable y ética. Sin embargo, los ejemplos de un uso irracional, irresponsable y antiético son pan de cada día en el mundo actual. Apenas está bajando la espuma de un reciente incidente diplomático entre los presidentes Petro y Trump que podría haber tenido consecuencias gravísimas para la economía de nuestro país. Transportado mentalmente a Macondo y en un arranque delirante de patriotismo y antiimperialismo, Petro desafió a Trump a través de su cuenta en X (antes Twitter), al negar el ingreso a Colombia de dos aeronaves militares de los Estados Unidos que transportaban alrededor de 160 connacionales deportados por haber ingresado en forma ilegal a dicho país. Este ‘papayazo’ fue aprovechado inmediatamente por el recién llegado Trump para amenazar a Colombia con la imposición de aranceles del 25% a todos los bienes importados y la suspensión temporal de los visados para el ingreso de colombianos a los Estados Unidos. Mientras el canciller y el embajador de Colombia establecían contacto con funcionarios de alto nivel en Estados Unidos y personalidades del mundo político en Colombia para resolver lo que posteriormente llamaron un simple ‘impasse’, Petro continuaba ‘trinando’ incoherentemente contra Trump amenazando con tarifas arancelarias hasta del 50% a los bienes importados desde los Estados Unidos (“Trump, a mí no me gusta mucho viajar a los EE.UU., es un poco aburridor”. “No me gusta su petróleo, Trump”. “Túmbeme presidente y le responderán las Américas y la humanidad”, entre otras barrabasadas, por decir lo menos). Afortunadamente para Colombia esta pelea en X terminó en la aceptación del ingreso de deportados por parte de Colombia y, por ahora, solo una suspensión temporal de las visas y unos controles mayores para el ingreso de colombianos a los Estados Unidos. Ojalá nuestro presidente reflexione sobre esta crisis que generó y sea consciente en el futuro de que con sus intervenciones públicas no está exponiendo solo su imagen sino poniendo en riesgo al país.

El caso descrito es un buen ejemplo de lo que el mal uso o abuso de la comunicación mediante redes sociales puede conllevar. Esto sin hablar de los daños que se pueden causar con la publicación de noticias falsas o tendenciosas, o el uso de estas herramientas para la pornografía o para algún tipo de fraude.

Sin embargo, por otro lado, también hay muchos ejemplos de las cosas positivas que ofrecen las redes. Volviendo al WhatsApp, el abrebocas y la verdadera motivación para escribir nota, me encontré con uno de estos beneficios, sobre el cual cambié de parecer recientemente. No soy amigo de enviar mensajes de audio por este medio, porque me gusta escribir y hacerlo con la mayor claridad, concisión y corrección posibles (a la antigua). Considero que algunos de los que se comunican por audios lo hacen por pereza de escribir o por pena de cometer errores ortográficos o de gramática, o simplemente por el afán de transmitir un mensaje rápidamente. Indudablemente, el escribir le exige al remitente ordenar sus pensamientos para transmitir su mensaje con claridad y lograr así el objetivo que persigue al enviarlo. Al reflexionar sobre el asunto encontré dos grandes ventajas de la comunicación por audios. La primera, que al oír un mensaje se puede detectar mejor el tono que el remitente quiso imprimirle a este, cosa que es a veces difícil con los mensajes escritos. La otra, quizá más importante, que este tipo de comunicación permite la alternancia entre emisor y receptor, es decir que ambos se ven obligados a escuchar lo que dice el otro, antes de poder volver a hablar. Esto difícilmente se logra en una conversación telefónica o frente a frente, porque frecuentemente interrumpimos al interlocutor o no lo escuchamos realmente. La mayoría de las veces, mientras el otro habla, estamos pensando más en lo que le vamos a responder que en lo que nos quiere decir.

Como todo en la vida, el uso de nuevas tecnologías o los cambios en la forma de hacer las cosas tienen pros y contras. Al escogerlas y utilizarlas, lo importante es tener claros estos pros y contras, sobre todo cuáles son los riesgos, para así hacer un uso responsable y consciente de estas. El uso de redes debe ser aún más cuidadoso por parte de nuestros gobernantes y otros altos dignatarios, ya que sus mensajes inapropiados pueden tener hondas implicaciones sobre todos los colombianos

Notica:

Al momento de revisar estas líneas (febrero 4) se realizó un consejo de ministros del Gobierno, transmitido por la televisión, en el cual se evidenció la falta total de liderazgo y enfoque del presidente Petro, lo que se traduce en que no ha logrado cohesionar a su equipo de trabajo. A mi parecer, esto explica en gran medida el comportamiento errático de este gobierno y, por ende, la baja ejecución en sus programas.

Lo que pasó muestra que varios de los artículos que he escrito para esta revista, en los cuales expresé las preocupaciones sobre la capacidad gerencial del presidente, estaban bien fundamentadas:

– Mayo / junio de 2023: “Gobierno, liderazgo y gerencia”

– Enero / febrero de 2024: “Menos discurso, más gerencia”

– Julio / agosto de 2024: “La dictadura de los mandos medios”