Por: La Directora
Afortunadamente, hasta el momento nadie ha dudado de la “esencialidad” del trabajo que desarrolla el sector agrícola, por lo que la mayoría de nuestras actividades han podido continuar, pese a las restricciones y a la gran incertidumbre que reinó durante los primeros días después de la declaratoria de la pandemia.
Pero detengámonos un momento a pensar en lo que significa declarar que hay algunos trabajos que no son “esenciales” y que, en consecuencia, la sociedad puede prescindir de ellos, puede funcionar sin ellos. Esto equivale a decirle a quienes desarrollan esos trabajos “no esenciales” que pueden ser excluidos del engranaje de la sociedad sin más.
¿Le diremos al peluquero, al perfumero, al joyero, al comerciante, al mesero, al piloto, a la azafata, al librero, al sastre y a tantos otros trabajadores honrados que su trabajo no es esencial? ¿Que ellos son una pieza no fundamental en nuestra sociedad? Considerémoslo con atención: ¿Quién en este mundo puede tener la autoridad para decir que el trabajo de uno no es importante? ¿Cómo juzgar que unos trabajos son más importantes que otros y que por lo tanto pueden realizar sus actividades con prioridad a los demás?
Van dos meses de cuarentena en los que se ha negado el derecho fundamental, humano y constitucional al trabajo de miles y miles de personas, quienes más allá de las razones que se invoquen para justificar esta violación (o como lo llama el Estado, “limitación”), sí son esenciales a la sociedad y no se puede prescindir de ellos en ninguna circunstancia.
Todos los trabajos son esenciales porque ellos permiten sostener familias, alimentar bebes y educar niños. Todos los trabajos son esenciales porque permiten tener techo, financiar carreras y construir sueños. Todos los trabajos son esenciales porque si uno no vela por sí mismo, nadie velará por uno. Es una gran injusticia prohibir a la gente que salga a buscar el pan.
Esta semana fue noticia cómo la policía golpeaba a un hombre de la tercera edad por haber salido a trabajar en su puesto de minutos ambulante. El poder está desbocado, estimados lectores. Estemos atentos, pues las medidas tomadas poco a poco revelan una figura mucho más cercana a la tiranía que al supuesto afán de protección de la ciudadanía.